Cuento:
El niño y los clavos
Autor;
Regina Quijano Rodríguez
Había un niño que tenía muy,
pero que muy mal carácter. Un día, su padre le dio una bolsa con clavos y le
dijo que cada vez que perdiera la calma, que él clavase un clavo en la cerca de
detrás de la casa.
El primer día, el niño clavó 37
clavos en la cerca. Al día siguiente, menos, y así con los días posteriores. Él
niño se iba dando cuenta que era más fácil controlar su genio y su mal
carácter, que clavar los clavos en la cerca.
Finalmente llegó el día en que
el niño no perdió la calma ni una sola vez y se lo dijo a su padre que no tenía
que clavar ni un clavo en la cerca. Él había conseguido, por fin, controlar su
mal temperamento.
Su padre, muy contento y
satisfecho, sugirió entonces a su hijo que por cada día que controlase su
carácter, que sacase un clavo de la cerca.
Los días se pasaron y el niño
pudo finalmente decir a su padre que ya había sacado todos los clavos de la
cerca. Entonces el padre llevó a su hijo, de la mano, hasta la cerca de detrás
de la casa y le dijo:
- Mira, hijo, has trabajo duro
para clavar y quitar los clavos de esta cerca, pero fíjate en todos los
agujeros que quedaron en la cerca. Jamás será la misma.
Lo que quiero decir es que
cuando dices o haces cosas con mal genio, enfado y mal carácter, dejas una
cicatriz, como estos agujeros en la cerca. Ya no importa tanto que pidas
perdón. La herida estará siempre allí. Y una herida física es igual que una
herida verbal.
Los amigos, así como los padres
y toda la familia, son verdaderas joyas a quienes hay que valorar. Ellos te
sonríen y te animan a mejorar. Te escuchan, comparten una palabra de aliento y
siempre tienen su corazón abierto para recibirte.
Las palabras de su padre, así
como la experiencia vivida con los clavos, hicieron con que el niño
reflexionase sobre las consecuencias de su carácter.
Moraleja: Este cuento
habla de las consecuencias del mal genio y temperamento de los niños. Es una
lectura para que reflexionemos sobre nuestras malas reacciones cuando algo no
nos gusta o nos llaman la atención nuestros maestros y padres. Tenemos que aprender a tener paciencia y
controlar nuestra ira.
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